Etiquetar el mundo para conocerlo mejor

No podemos huir de las etiquetas porque son necesarias para conocer el mundo que nos rodea y porque nuestro cerebro conoce las cosas mediante la categorización. Por Roberto Prada.

No sin evidencia

La evidencia científica es un pilar de la medicina moderna, resultando inaceptable la aprobación de compuestos o procedimientos que no hayan demostrado su eficacia. Manifiesto de #NoSinEvidencia

¿Sabes qué es el estrés?

Averigua de dónde proviene esta palabra que mucha gente usa en distintos sentidos y qué perspectivas teóricas existen para el estudio de este complejo proceso natural y adaptativo. Por Roberto Prada.

Importancia de la metáfora en la ciencia

Es habitual pensar que solo es una figura literaria, pero todos la usamos con frecuencia y en la ciencia es importante por su valor pedagógico y divulgativo así como por su capacidad de síntesis explicativa. Por Roberto Prada.

16/10/08

La erótica del poder

El Lebistes es un pececito ornamental con muchos nombres originario de la zona septentrional de Brasil, Venezuela, Guayana, Barbados y Trinidad. Es pequeñito, pero muy resistente y adaptable a diferentes condiciones acuáticas, motivo por el cual se emplean como controladores de plagas de insectos en numerosas zonas tropicales. ¿Y conociéndome, por qué os hablo hoy de peces? :-P
Así como las hembras de muchas especies se sienten atraídas por el macho bien acicalado, también las impresiona el hecho de que otras hembras demuestren interés por él. Por buscar un ejemplo entre los animales: un macho Lebistes de las Barbados, acompañado por una hembra, es sumamente atractivo para las otras, aunque por sí solo no lo sea. Para los Lebistes, el color es magia y el color de preferencia es el anaranjado: cuanto más anaranjado sea el macho, más probabilidades tiene de que lo aborde una hembra. El doctor Lee Dugatkin, de la Universidad de Louisville, puso un acuario lleno de Lebistes hembras junto a los acuarios de machos. Cuando agregó hembras a uno de estos, para dar la impresión de que esos machos tenían compañeras, las hembras del otro tanque se volcaron hacia los machos con novia. Más aún: los machos con deficiencia de color podían superar su desventaja genética exhibiendo una pareja. Hasta los más claros (24% menos anaranjados que el promedio) mejoraban sus posibilidades si se dejaban ver con una Lebistes hembra. Sin embargo, las chicas no se dejaban cegar por completo: si un macho era un 40% menos anaranjado, no tenía suerte, por muchas hembras que nadaran en su estela.

El misterio de los genes, Dean Hammer y Peter Copeland
Creo que lo llaman "apareamiento por imitación". Es algo biológico. Aún recuerdo la escena de la comedia romántica Una rubia muy legal, en la que el tímido y no muy agraciado compañero de la actriz protagonista quería ligar con una joven maciza que lo rechazaba sin vacilar (de esos casos en los que nos sale del alma un "con esa/ese ni de broma"). Al ver nuestra protagonista que su amigo era rechazado con crueles alusiones a su imperfecto físico, inmediatamente fingió aparecer por sorpresa y dando a entender que se había acostado con él, le gritó bien alto que cómo había sido capaz de hacerle pasar la mejor noche de sexo de toda su vida y luego no volver a llamarla, lo insultó muy metida en su papel y se fue. Ante el asombro del muchacho, la otra chica empezó a mirarlo con otros ojos y le facilitó su número de teléfono. Tengo amigas que me han confesado que se emparejarían antes con un chico que haya estado con muchas chicas que con uno que haya estado con pocas o ninguna, es decir, que los prefieren con experiencia. Bueno, si lo vemos desde una óptica biológica, podría considerarse que si un hombre tiene mucho éxito con las chicas, significa que éstas sienten inclinación a elegirlo a él sobre otros, lo que podría significar mejores genes o mejor disposición para criar hijos. Naturalmente esto sería inconsciente, respondería a profundos instintos biológicos en la mujer que la impulsarían a ello sin saberlo, aunque algunas listillas que van "a la caza" del marido serían la excepción intencionada -y malintencionada :-P
Esta misma estrategia funciona entre los humanos, siquiera hasta cierto punto. Todo hombre sabe que la mejor manera de llamar la atención es llegar a la fiesta acompañado por una mujer hermosa, siempre que no estén casados. Esto se debe a que una de las cualidades más importantes para una mujer, tanto en un compañero sexual permanente como en uno pasajero, es el compromiso. Desde el punto de vista de los genes femeninos, el sexo es sexo, ya lo motive una fugaz pasión por un apuesto desconocido, ya la obligación conyugal para con un esposo al que conserva como a un par de zapatos viejos. Si el resultado final puede ser un bebé, la capacidad de compromiso del compañero es importantísima.
¿Entonces es cierto eso de que hombres y mujeres no buscan lo mismo a la hora de formar pareja? De todo hay en la viña de nuestro Señor (la naturaleza es muy sabia y se guarda ese as en la manga, dejando abiertas siempre todas las puertas, por lo que pudiera pasar) pero, en general y desde el punto de vista biológico, sí hay diferencia porque si la vida es una obra de teatro, el papel del hombre es distinto del de la mujer. Decirle a una chica a la cara que, aunque no sea de manera absoluta, siempre tendrá una cierta tendencia a, siempre que pueda, escogerlos guapos y ricos, sonará feo y puede tomárselo como una grosería sexista, pero es que hay poderosas razones biológicas para que sea así, y en cualquier caso, sería un proceso instintivo, y por tanto, inconsciente -salvo las que sois unas harpías :-P
Volvamos a nuestra investigación en el bar para solteros, donde ellos se mueren por las jovencitas apetitosas y ellas se reservan para los caballeros altos y ricos. Ya es hora de cerrar, todo el mundo está recogiendo los abrigos y tú, aún a solas. ¿Con qué te conformarías? Para los hombres, la respuesta es simple: con cualquier cosa que aún pueda caminar. En una encuesta, el 75% de los varones universitarios se declaró muy dispuesto a mantener contacto sexual con una mujer atractiva, aunque no supiera absolutamente nada de ella. Pero cuando se preguntó a las mujeres si aceptarían hacer el amor con un desconocido apuesto, hubo un 0% de respuestas afirmativas. Ante la pregunta: "¿Qué es lo que importa para mantener contacto sexual con alguien?", los hombres eran menos exigentes que las mujeres en casi todas las categorías, incluyendo educación, inteligencia, simpatía, sentido del humor y personalidad. Tampoco les molestaba la ignorancia, una posición social baja, los excesos en la bebida ni el egoísmo, ni siquiera la inestabilidad mental. Mientras que las mujeres querían saber al menos algo de un hombre antes de aceptarlo como compañero sexual, ellos solo parecían buscar una vagina en buen estado de funcionamiento.
Para la evolución, el papel de la hembra es seleccionar al mejor macho (sano, fuerte, inteligente, etc), que le proporcionará crías sanas con altas probabilidades de sobrevivir y continuar la especie. El papel del hombre es, básicamente, mojar el churro, competir por ser el elegido y serlo el mayor número de veces posible, porque así hay un mayor número de posibilidades de perpetuación de la especie. Por eso, aunque la infidelidad se da en ambos sexos, es más frecuente en el sexo masculino. Por eso, en general, la mujer valora el compromiso más que el hombre (porque no es compromiso para ella sino para su descendencia). Por eso dicen Allan y Bárbara Pease en tono humorístico, que si una mujer ha sido infiel y afirma que no ha significado nada para ella, seguramente está mintiendo, mientras que si un hombre ha sido infiel y afirma que no ha significado nada para él, seguramente está diciendo la verdad :-P

Una antigua compañera mía de trabajo me confesaba un día que si bien la riqueza no era algo determinante a la horar de valorar un posible emparejamiento y que no le importaba que el chico no tuviera un gran coche o varias propiedades inmobiliarias, nunca escogería para tener una relación estable a una persona cuya situación fuera similar a la de un vagabundo. Sé que también hay factores culturales que influyen en esta cuestión, y ya decíamos que el ser humano es el único animal capaz de imponer su voluntad (razón, valores, etc) sobre sus instintos. Dónde situar el límite, hasta qué punto puede hacerlo y hasta qué punto es esclavo de sus genes, ya es harina de otro costal, aunque el experimento de los ratones que os comentaba en el post de la infidelidad da bastante en qué pensar.
Todas estas diferencias entre lo que desean los hombres y las mujeres (belleza versus dinero, juventud versus madurez, liviandad versus compromiso) podrían ser genéticas, por lo que parece. Como se las observa en todas las sociedades humanas, no es posible que sean puramente culturales. En muchos casos también se las encuentra en otras especies, de modo que es probable que se hayan conservado evolutivamente. Y son diferentes entre una persona y otra (no todos los hombres son cachondos, no todas las mujeres gazmoñas), lo cual señala diferencias genéticas individuales.
Naturalmente, como ya he apuntado en reiteradas ocasiones, todo ocurre inconscientemente, porque no creo que en plena faena sexual alguien esté pensando conscientemente: -¡Oh, Dios, sí, estoy perpetuando la especie!!- aunque de todo se ha visto en esta vida :-P

Esto es todo por hoy, pásenlo todo lo bien que puedan y pórtense todo lo mal que les dejen

3/10/08

Biología de la infidelidad

La monogamia es un tipo de relación de pareja caracterizada por la exclusividad sexual, frente a las formas poligámicas, en las que se contemplan o se consienten relaciones íntimas con más de un individuo, con o sin vínculo psicoafectivo profundo de por medio. La monogamia está muy extendida, pero no es la norma. La exclusividad sexual responde a la ancestral necesidad de nuestra especie, durante los procesos de hominización, de sobrevivir en un entorno ecológico altamente hostil, en el seno del cual articular los grupos humanos en torno al concepto de familia mononuclear suponía una importante ventaja en tanto que cada macho centraba su atención y sus esfuerzos en la protección de una única hembra al tiempo que se aseguraba la crianza de la descendencia propia y no ajena (aunque esto nunca sucede al 100%). En el reino animal, a ningún macho le hace gracia criar hijos bastardos y muchos que se encuentran con esto los asesinan sin más. La naturaleza es así de fría, calculadora y cruel: cada animal está diseñado para transmitir su paquete genético, es su única misión en la vida y la causa principal de las luchas intraespecíficas por el derecho de apareamiento que vemos en los documentales de animales.

La monogamia pudo evolucionar para asegurar la continuidad de la especie, condicionando nuestra biología y articulando nuestra cultura en torno a ella. Decía que el hecho de adoptar un modelo monogámico no garantiza el cuidado de hijos propios al 100% y siempre han existido tasas de infidelidad o promiscuidad bastante discretas pero suficientes para ampliar la diversidad genética de la especie, lo que nos permitiría hablar de una auténtica biología de la infidelidad. Me ha parecido muy interesante esta entrevista realizada por la "Revista Buena Salud" a la psicóloga y sexóloga clínica Diana Resnicoff sobre diversos aspectos de la infidelidad.

Aun entre el resto de las "bestias", el modelo de relación monógama que adoptan se denomina monogamia secuencial, que significa que la exclusividad de la pareja existe solo durante el período de crianza de la prole, tras el cual se puede formar otra pareja diferente. Esta misma monogamia secuencial o "monogamia en serie" es la que opera entre los humanos, que forman nuevas parejas tras rupturas, crisis, fallecimiento de uno de los miembros y derecho reconocido del otro a rehacer su vida, etc, pero el hecho es una secuencia de parejas, por lo que, en principio, no sería una monogamia rigurosa. Se convierte en monogamia rigurosa cuando entra en juego la voluntad, que es justo lo que nos distingue del resto de los animales. El propio Darwin creía que el ser humano es el único animal moral, y ciertamente parece ser el hombre el único animal capaz de supeditar su propia naturaleza a cuestiones morales o culturales. De esta guisa, en el ser humano la fidelidad de la pareja sólo se afirma en la decisión mutua y consciente de mantenerla, motivo por el cual en otras entradas proponía hablar de las relaciones de pareja como "contratos".

No hace mucho leía yo en la prensa que la mayoría de los animales son infieles por naturaleza, según análisis genéticos desprendidos del estudio. No me sorprendía ni lo más mínimo, pues con las ideas de la Biología evolutiva delante de las narices, no es muy difícil imaginar que la promiscuidad garantiza la perpetuación de la especie. Poco después, salía otra noticia que hablaba del gen de la infidelidad, de la que muchos medios se hicieron eco, pero que venía a confirmar un poco lo que ya sabíamos a nivel bioquímico sobre los efectos de sustancias como la oxitocina y la vasopresina en la conducta de los individuos, que paso a explicar un poco a continuación.

Para los que estén leyendo estas líneas con escepticismo y sin querer creérselo del todo, abordaré esta cuestión directamente con la explicación de un experimento científico llevado a cabo con ratones que les dejará con la boca abierta, que es como me quedé yo cuando me enteré. Se sabe que los llamados ratones de pradera y ratones de pantano presentan sexualidades diferentes. Los primeros son monógamos: después de encontrar una pareja, se quedan con la misma, la guardan celosamente y le ayudan a criar a la prole. En cambio, sus parientes los ratones de pantano, se relacionan con varias hembras y prestan poca atención a las crías. Cómo ha tenido lugar el descubrimiento con ambos tipos de ratones, lo recoge con bastante detalle un ensayo de divulgación titulado El misterio de los genes (1998), de Dean Hammer y Peter Copeland que tengo en mi biblioteca. Os cito la parte correspondiente al asunto que tratamos:
¿Es posible que algo tan culturalmente contextual como el "compromiso" pueda ser biológico? Aunque no hay pruebas de que así sea en los seres humanos, cierto animal llamado Microtus proporciona un fascinante ejemplo del control que puede ejercer la composición genética y la bioquímica cerebral en la conducta. Los Microtus son pequeños roedores, similares al ratón de campo. Existen dos especies estrechamente emparentadas: los de pradera y los montañeses; tratándose de compromiso, estas dos variedades no podrían ser más diferentes. Los Microtus machos de la pradera se aparean de por vida y rechazan con garras y dientes a cualquier macho que quiera entrometerse. Por contraste, los machos de la montaña se aparean con todo el mundo. ¿Por qué los dos tipos, tan similares en casi todos los aspectos, son tan diferentes en cuanto a compromiso?

Los investigadores Thomas Insel y C. Sue Carter, del Laboratorio de Neurofisiología del Instituto Nacional de Salud Mental, descubrieron que las dos especies presentaban diferencias notables en el patrón de los receptores de una hormona peptídica llamada vasopresina. Cuando se bloqueó la vasopresina en el cerebro de los Microtus machos de la pradera, normalmente fieles, se apareaban con cualquier hembra de la colonia y no defendían a la suya de los otros machos. Era como si el más fiel de los esposos cayera de súbito en la promiscuidad. La reacción química funciona también a la inversa. Cuando un Microtus de la pradera macho convive con una hembra, su cerebro produce más vasopresina que cuando está solo. No se detectaron cambios en los machos de la montaña ni en las hembras de una u otra especie. Por ende, una pequeña diferencia genética entre las dos especies ha provocado una gran diferencia en la conducta sexual, simplemente al cambiar la cantidad y distribución de una hormona cerebral.
Revista Viva recoge más detalles:
Un estudio riguroso sobre estos ratones develó que la causa de su infidelidad podría estar en una menor cantidad de receptores de vasopresina, una hormona conocida como antidiurética. Los genetistas de Emory, a partir de ese caso, intentaron revertir las costumbres de ese ratón picaflor. Y lo lograron mediante un audaz experimento. Aislaron el gen que regula cantidad de esa hormona en los ratones de pradera y lo introdujeron en el del pantano. El resultado no pudo ser mejor. El ratón infiel cambió sus costumbres y eligió a una sola compañera.
Todo esto no se ha hecho en humanos, pero estoy convencido de que es lo mismo. Las consecuencias de esto podrían ser escandalosas. Imaginad que pudieran fabricarse fármacos que regularan la actividad de la vasopresina. Las mujeres desesperadamente celosas acudirían a su médico de cabecera bajo la premisa:
—Buenos días, doctor, venía a que le recetara a mi marido unas pastillas para curarle la promiscuidad.
Pues por bizarro que pueda parecer, yo creo que podría ser una realidad, aunque los expertos digan que no:
Luego de todos los anuncios, científicos de esa casa de estudios se vieron obligados a aclarar que el experimento, hasta el momento, sólo puede realizarse en ratones. Que no es posible hacer un cambio de genes en ningún marido por pedido de alguna esposa que viva al borde del ataque de celos.
Hay otra línea de investigación diferente que también nos sugiere cosas. La lógica del titiritero recoge la relación hallada entre la
longitud de la proteína del receptor de dopamina y la intensidad del rasgo psicológico denominado búsqueda de novedad, a propósito del estudio del trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Las personas que dan un puntaje elevado en este aspecto, suelen caracterizarse por ser arriesgadas, impulsivas, exploradoras, se aburren rápidamente, necesitan estar haciendo algo nuevo constantemente y, en el marco de las relaciones interpersonales, tienden a ser desinhibidas e infieles y suelen ser relaciones problemáticas. Al parecer, se ha visto que la tasa de divorcios es mayor en este colectivo respecto de la media de la población. La dopamina está asociada con el sistema de recompensa del cerebro, que es un mecanismo bioquímico que sirve de motivación proactiva. La naturaleza sabe lo que nos gusta porque somos sus hijos, y la recompensa no es otra que las sensaciones de placer y bienestar. Es lógico que sea una sustancia responsable de la pasión y el amor romántico. Pero en concentraciones demasiado elevadas, como parece ocurrir en personas con determinado tipo de trastornos como el mencionado, las mueve a la exploración continua, un rasgo psicológico cuya salida en el terreno de las relaciones de pareja bien puede manifestarse en forma de infidelidad.

Como reflexión personal, creo que no podemos cambiar nuestros genes, al menos de momento, pero usar fármacos que hagan de activadores/bloqueadores de receptores bioquímicos sí me parece factible. En cualquier caso, no sé hasta qué punto esto sería procedente, al fin y al cabo, la promiscuidad no solo cumple un papel importante en la perpetuación de la especie, sino que además es un derecho natural que tenemos todos, y ya hemos dicho que la fidelidad es una cuestión de voluntad. Me niego a poner a la biología al servicio de la cultura. Es al revés, aunque últimamente empiezo a no ver dicotomía entre ambos términos, y empiezo a imaginar que de algún modo son lo mismo.

Un saludo.
 

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